martes, 16 de julio de 2013

Personajes patanes IV Leo Messi



Cuando uno se chapuza en el entorno, y le pone empeño, se mimetiza con él. Eso le ha pasado a Leo Messi, ese gran futbolista que maravilla a los aficionados de todo el mundo con sus regates y goles.

El astro hispano-argentino, pues Messi tiene doble nacionalidad (dato que, sistemáticamente, nos han escamoteado los medios locales de comunicación), preguntado en rueda de prensa por el régimen lingüístico dominante en la escuela pública, esbozó una sonrisa estúpida, protopatánica, y despachó el asunto con un “es bueno aprender idiomas”. Una obviedad como ésa fue interpretada por los reporteros de la prensa subvencionada como firme respaldo del jugador a la inmersión obligatoria. Quizá Messi no sepa de qué va la película, pero olvidó, la memoria es frágil, quebradiza, que a causa precisamente de la inmersión obligatoria, su hermanita pequeña lloraba desconsoladamente en el patio del cole porque no entendía nada. Por esa razón la regresaron a Argentina con parte de su familia, según confesó el jugador en una entrevista difundida hace unos años por la revista que publica Aerolíneas Argentinas.

El trauma de la separación familiar ha sido superado. Messi encajó ese duro golpe con deportividad, como las patadas que le dan en el terreno de juego. Pero ha ido más allá de lo exigible en su estrategia camaleónica de confusión con el paisaje. Era inevitable, tantos años militando en el llamado Club de los Valores… ese club que proclama la separación de política y deporte, pero que los mezcla como ninguno otro al servicio de la llamada liberación nacional, que promueve el espionaje de sus propios jugadores, cuando no de sus directivos, que recibe el capote de un cardenal arzobispo para criticar desde el púlpito la carestía de los fichajes de otros clubes, pero calla sobre la carestía de los propios. El largo aprendizaje le ha servido a Messi para ejecutar su mejor dribbling: el multimillonario fraude fiscal para distraer parte de sus ingresos a la expoliadora Hacienda española. Messi, siguiendo la estela de la dinastía Pujol, se ha revelado como un gran evasor, un delincuente de guante blanco. Dicen que la infracción es cosa de sus asesores pues su mollera no da para tanto, vaya, que no es un Bárcenas.

Messi cuenta a su favor con la disculpa y comprensión de los aficionados, pues aunque los clubes blasonan del factor ejemplarizante del deporte como valor a transmitir a los más jóvenes, véase Qatar Fundation, tener en el vestuario a un defraudador fiscal es más llevadero que no a un violador, por ejemplo. Messi, metido a vocero de la inmersión obligatoria, sea cosa suya, o de sus asesores, le hace hueco en el vestuario a un nuevo compañero de fatigas y aspirante a patán: el brasileño Neymar que viene pisando fuerte y trae la impedimenta al copo de gansadas: “Me encuentro más cómodo hablando en catalán que en castellano”. Criatura.    

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