jueves, 8 de agosto de 2013

Personaje Patán VI: Lluis Llach

Lluis Llach merece figurar en un lugar de honor de este listado. Su nominación lo es en base a una dilatada trayectoria. No obstante, en esta sazón y punto, Patanes SF manifiesta su preocupación por la situación personal denunciada reiteradamente por el intérprete. En efecto, Lluis Llach se queja amargamente del estado de postración en que vive, explotado, oprimido, reducido a la más abyecta esclavitud por la maldad congénita de la pérfida España y de los españoles, esos sucios rascasobacos. Lluis Llach, repite el interfecto, no es un hombre libre.

Por esa razón, PSF, conjurado contra los abusos doquiera se den, del lado siempre de las personas sometidas en el ancho mundo, solicita ayuda a sus patánicos amigos para recopilar información que ayude a interponer la pertinente denuncia ante las autoridades. Nuestra misión, si Lluis Llach no lo hace de motu proprio, acaso por el atroz cautiverio que padece y por un comprensible temor a las represalias, consiste en promover su rescate o liberación arrostrando toda suerte de peligros.

PSF ha sabido por fuentes dignas de todo crédito que el cantautor es forzado a trabajar de sol a sol en unos viñedos del municipio de Porrera, comarca del Priorato, probablemente en régimen de semiesclavitud, equiparable a aquel de los siervos de la gleba, aherrojados al terruño y a los caprichos y diezmos de los señores feudales, a los llamados mals usatges de la antigua corona de Aragón. Cierto que las malas lenguas, con fines intoxicadores, apuntan a que dicha plantación vinícola sería de su propiedad.

Asimismo, sus desalmados explotadores, no contentos con semejante abuso, obligan a Lluis Llach a realizar pesadas tareas de marinería en un velero amarrado en el puerto de Barcelona, reducido al servil papel de grumetillo, tocado con un gorrito de lana (el mismo que lució en el concierto llamado Per la Llibertat), que nos recuerda a esos barretos de uso común entre los pescadores portugueses, véase a Spencer Tracy en la versión fílmica de la novela de Kipling, Capitanes intrépidos. Velero que navega, quizá rumbo a Itaca, desafiando procelosas travesías, mares tempestuosos. Los malvados insinúan, cómo no, en vil y mendaz maniobra, que el citado yate también es de su propiedad.

Necesitamos, pues, abundante material fotográfico de esos lúgubres escenarios, de esas mazmorras a las que ha sido confinado el genial cantante en condiciones infrahumanas, tanto de las tareas agrícolas que ejecuta con el espinazo doblado, manejando rudimentarios aperos de labranza, o trastejando entre la arboladura y velamen de la nao, para, con o sin su consentimiento, denunciar estas prácticas esclavistas y llevar a los responsables ante los tribunales para que sobre ellos recaiga todo el peso de la ley.     

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