A nuestra patánica amiga Blanca
Carles Baronet, alcalde de Folgueroles,
es un estereotipo de patán: el agropatán
de la Cataluña
interior, profunda. Lo mismo lee poemas de Verdaguer y de Maragall, con la
mirada tendida al horizonte y los ojos anegados de lágrimas, transido de
lirismo, que, en otro registro, le espeta un “no me toques los cojones… y te lo digo en castellano, en tu puta lengua” a la representante de una
trabajadora maltratada por su marido, en el ámbito doméstico, y por su empresa,
en el ámbito laboral.
Es evidente que Baronet goza del don de lenguas, cuando menos de un
conocimiento suficiente de las lenguas para adecuarlas a diferentes ocasiones:
declamar las poesías más delicuescentes o enfangarse en arrebatos
de la
patanería más chocarrera.
El
desarreglo del, por un lado, trovador Baronet, y por otro, tiarrón rebosante de
testosterona ante una mujer maltratada, podría obedecer a un trastorno bipolar,
pero el diagnóstico no es definitivo, pues no estamos doctorados en
psiquiatría. Quizá el espejo, un pelín empañado, donde se mira el burgomaestre
de Folgueroles, sea un Jorge Manrique o un Garcilaso de la Vega, que manejaban con igual
destreza pluma que espada… garrota,
en el caso de Baronet. Su reacción sí evidencia, no obstante, unas pautas comunes
a otros cargos electos de parecida obediencia y/o trayectoria.
Baronet, baroncito (acaso por noble cuna), y varoncito (por milhombres y matasiete, farruco
y envalentonado ante los débiles), cree que el Ayuntamiento es suyo, de su
propiedad; un anexo de su vivienda, como una terraza o un cuarto trastero, y le
dice a la trabajadora y a su acompañante de la organización feminista ADA-Mujer
al echarlas del despacho: Fuera de mi
casa. Así que el Ayuntamiento de Folgueroles es can Baronet. Un tic que afecta a muchos de nuestros representantes,
especialmente en el medio rural.
Nos
recuerda Baronet al sheriff
come-rosquillas de esas pequeñas comunidades americanas que vemos en las pelis,
tendentes al aislamiento, a una cierta endogamia social, por así decir, que
urden una mampara profiláctica para defenderse de la presencia contaminante de
esos forasteros desaseados que recalan por azar en sus dominios. Con un
sombrero stetson y un pistolón al
cinto, Baronet sería la copia nativa, clavada, de ese gran actor de reparto,
Brian Dennehy, que encarna al sheriff
de Hope, un pueblito tranquilo donde nadie estornuda sin que el poli-paleto lo
sepa. Le dice a John Rambo en Acorralado:
Nuestro pueblo no te gustará, es muy
aburrido… y un consejo, muchacho… córtate el pelo. O sea, no me toques los cojones…