sábado, 19 de octubre de 2013

Carles Baronet, burgomaestre de Folgueroles Personaje patán XI



 A nuestra patánica amiga Blanca



Carles Baronet, alcalde de Folgueroles, es un estereotipo de patán: el agropatán de la Cataluña interior, profunda. Lo mismo lee poemas de Verdaguer y de Maragall, con la mirada tendida al horizonte y los ojos anegados de lágrimas, transido de lirismo, que, en otro registro, le espeta un “no me toques los cojones… y te lo digo en castellano, en tu puta lengua” a la representante de una trabajadora maltratada por su marido, en el ámbito doméstico, y por su empresa, en el ámbito laboral. Es evidente que Baronet goza del don de lenguas, cuando menos de un conocimiento suficiente de las lenguas para adecuarlas a diferentes ocasiones: declamar las poesías más delicuescentes o enfangarse en arrebatos
de la patanería más chocarrera.

El desarreglo del, por un lado, trovador Baronet, y por otro, tiarrón rebosante de testosterona ante una mujer maltratada, podría obedecer a un trastorno bipolar, pero el diagnóstico no es definitivo, pues no estamos doctorados en psiquiatría. Quizá el espejo, un pelín empañado, donde se mira el burgomaestre de Folgueroles, sea un Jorge Manrique o un Garcilaso de la Vega, que manejaban con igual destreza pluma que espada… garrota, en el caso de Baronet. Su reacción sí evidencia, no obstante, unas pautas comunes a otros cargos electos de parecida obediencia y/o trayectoria.
Baronet, baroncito (acaso por noble cuna), y varoncito (por milhombres y matasiete, farruco y envalentonado ante los débiles), cree que el Ayuntamiento es suyo, de su propiedad; un anexo de su vivienda, como una terraza o un cuarto trastero, y le dice a la trabajadora y a su acompañante de la organización feminista ADA-Mujer al echarlas del despacho: Fuera de mi casa. Así que el Ayuntamiento de Folgueroles es can Baronet. Un tic que afecta a muchos de nuestros representantes, especialmente en el medio rural.

Nos recuerda Baronet al sheriff come-rosquillas de esas pequeñas comunidades americanas que vemos en las pelis, tendentes al aislamiento, a una cierta endogamia social, por así decir, que urden una mampara profiláctica para defenderse de la presencia contaminante de esos forasteros desaseados que recalan por azar en sus dominios. Con un sombrero stetson y un pistolón al cinto, Baronet sería la copia nativa, clavada, de ese gran actor de reparto, Brian Dennehy, que encarna al sheriff de Hope, un pueblito tranquilo donde nadie estornuda sin que el poli-paleto lo sepa. Le dice a John Rambo en Acorralado: Nuestro pueblo no te gustará, es muy aburrido… y un consejo, muchacho… córtate el pelo. O sea, no me toques los cojones…  

sábado, 5 de octubre de 2013

Albert Sánchez Piñol: Victus et patanicus Personaje patán X



Sánchez Piñol es el autor de la lectura estival de Mariano Rajoy. Hay quién ha mostrado sorpresa ante tan sensacional revelación, pues muchos daban por cosa cierta que el imperceptible presidente del gobierno de la nación se refugia de sus agotadoras tareas en las páginas del diario deportivo Marca y que de ahí no le sacan ni con aceite hirviendo.

El autor de Victus, la novela que ha extasiado a los así llamados soberanistas (que andan locos por llevarla a la gran pantalla), dice en una entrevista reciente que con la independencia, además de librarnos de la Monarquía, nos desharíamos de los corruptos de allá (entiéndase españoles) y que con los de acá, ya veríamos qué hacer… 

Se desprende, pues, de sus palabras, que hay que esperar a la proclamación de la independencia para meditar qué diantre hacer con los corruptos indígenas, que no son pocos precisamente. De modo que no tiene caso dirigirse a la Justicia en el momento presente, según Sánchez Piñol, y que la corrupción nativa puede campar por sus fueros, gozando de una suerte de estatus de impunidad, al menos temporal.

Cuesta trabajo tomarse en serio semejante gansada henchida de un patanismo desbordante, y uno piensa que Sánchez Piñol es, en realidad, uno de los personajes de sus novelas, y no de los más lúcidos.

Tampoco lo de la Monarquía en una Cataluña separada de España es capítulo cerrado. Cuando se discutía hace un año si Cataluña sería como Puerto Rico, esto es, un estado libre asociado, Mas no descartaba un pacto directo con la Corona del tipo Commenwealth. Las pampiroladas se han sucedido estos meses en cascada con la cadencia de tiro de una ametralladora.

Hay que recordar al señor Sánchez, Victus et patanicus, que los promotores del proceso al que se apunta entusiasmado (los Pujol, Mas, etc) son, precisamente, los corruptos de los que habla en futuro y con sospechosa y casi complaciente indefinición: ya se verá qué se hace con ellos. Y pretende vendernos la burra de que en ese paraíso independiente, donde la dulce leche de camella manará copiosamente de las fuentes, se les juzgará al fin… o no. Lo normal, cuando un líder dirige a un pueblo oprimido hacia la libertad, real o supuesta, es que la ciudadanía, agradecida, erija estatuas en su honor o le dedique calles y avenidas, y no que le lleve ante la Justicia, donde le esperaría… ¿Qué tal un juez amaestrado como el ex-fiscal Rodríguez Sol?

Los corruptos catalanes, por otra parte indultados a menudo por la Justicia española, tienen en Sánchez Piñol a su abogado defensor por excelencia. ¿Les inmortalizará en una novela épica como Victus? ¿Se titulará Patanicus?... Señor Sánchez (Piñol), usted lo ha acreditado sobradamente: literatura y patanería pueden, por qué no, ir de la mano.