sábado, 8 de febrero de 2014

Josep Maria Álvarez, secretario general UGT.Cat - Personaje patán nº XVII



Ese señor con cara de zampabollos, de personaje de viñeta cómica de Anacleto, agente secreto, o del Botones Sacarino, es el Secretario General de UGT de Cataluña: UGT.Cat. El mismo que manifiesta su apoyo incondicional al proyecto separatista del presidente de la Generalidad, dos veces patán, firmando el así llamado Pacte Nacional pel Dret a Decidir (¿qué?). La patria de Álvarez ya no es el mundo, ni la antigua Unión Soviética, la gloriosa patria de los trabajadores, ni siquiera es Asturias, patria querida (pues nació en dicho principado). Su patria es Cataluña, la Cataluña oficial, la Cataluña de 8TV y TV3.  Álvarez se declara indepe, esto es, separatista. Es uno de esos nacionalistas de nuevo cuño, como salido del colectivo Súmate que en sus filas acoge a todos los fámulos vocacionales al servicio de la causa, reclutados en las barriadas periféricas del cinturón metropolitano. Uno de esos domésticos que aprendieron el catalán a una edad y a duras penas lo farfollan en sus patánicas declaraciones. Será porque, como dice el refrán, pagant, sant Pere canta, o chamulla, si es menester, la lengua de Pompeu Fabra.

Las subvenciones obran milagros, cierto, pero atribuir siempre la obediencia del personaje al salario (aunque éste gaste pinta de monigote figurante en una aventura de Carpanta), menoscaba su autonomía, su libre albedrío. Es verdad que el palanganero que en el lupanar limpia manchurrones y salpicaduras de clientes desconocidos, lo hace por una retribución, pero también los hay que aman su trabajo, que van más allá de lo exigible y le ponen al empeño un brío, un celo admirables. 

No era necesario mojarse tanto. Bastaba con un sí, pero no, con flirtear solicitando subidas salariales vinculadas a un hipotético IPC catalán, con inscribir las siglas del sindicato en la banderita local para que se vea que en Cataluña los pendones de los sindicatos (entiéndase, las ondeantes banderas) son los mismos que los de la patronal… esa transversalidad tan nuestra, pero desconocida en el resto del mundo. La sustitución de la lucha de clases por la cohesión, no social, sino nacional, que pregonaban los nazis.  No hacía falta tanto servilismo, pues las subvenciones no peligran aunque sólo sea por aquello de la paz institucional, y por hacerse rogar, como las señoritas decentes ante los requiebros galantes.  

Acaso el taconazo de Álvarez, en tiempo de saludo, ar, rindiendo a sus afiliados ante ese segmento insolidario de la burguesía catalanista que representa Mas, obedece a un afán por alejarse de sus excompañeros de Andalucía, esos hombres desestructurados que decía Jordi Pujol… desestructurados, corruptos y, para Álvarez, extranjeros. Y por eso pone tierra y fronteras de por medio, no sea que una suerte de juez Alaya, con su trolley a cuestas, vaya empapelando al personal de cortijo en cortijo y un día llame a su puerta.

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