viernes, 23 de mayo de 2014

Personaje patán David Ventura: el navajero de Ódium Cultural




 David Ventura inaugura la categoría especial de patanes autóctonos con las manos manchadas de sangre. En efecto, Ventura, militante de Reagrupament.Cat (que recientemente ha suscrito un acuerdo electoral con CiU), es convicto de asesinato. 

En 1991 David Ventura Aparicio asestó, sin mediar palabra, una mortal puñalada a Fréderic-François Rouquier, de 20 años e hincha del RCD Español. Fue juzgado en 1994 y condenado a 76 años de reclusión por la Audiencia Provincial, que aumentó a 140 el Tribunal Supremo. Con qué facilidad entraba la navaja en su cuerpo, confesaba uno de los asesinos, sorprendido ante la penetrabilidad de la musculatura por un objeto punzante. Desde 1998 los cinco acusados, entre ellos nuestro patán, pasaron a disfrutar del tercer grado concedido por la administración autonómica, responsable de la política de permisos penitenciarios, comprensiva e indulgente, como se ve, ante un insignificante desliz de juventud. Quiá, travesuras, bagatelas, cosas de la edad.

La trayectoria de Ventura es conocida, Boixos Nois, grupo Casuals, facción también muy violenta de hooligans culés, y, como no hay dos sin tres, dirección de la sección local de Ódium Cultural en Voltregá, la entidad dirigida por Muriel Casals, célebre lideresa catalanista que propuso la retirada de la custodia legal de los hijos a aquellos padres que cometen la felonía de solicitar educación en español, una de las dos lengua oficiales de Cataluña. Valga la redundancia: los méritos del meritorio criminal para dirigir esa sucursal de Ódium están suficientemente contrastados.
Nuestro patán de la Cataluña interior, además de gastar una pinta de zampabollos del carajo de la vela, de trapiñarse buenos filetes con patatas como quien come un puñado de altramuces (véase cualquier foto suya donde luce un muy lozano aspecto), manifestó recientemente que el asesinato del jovencísimo aficionado perico se enmarcaba en la lucha centenaria de Cataluña por sacudirse el yugo esclavizador del fascismo español. Toma del frasco. Si Cataluña lo que necesita para su realización colectiva es que sus defensores apuñalen, al volver una esquina, a chicos de 20 años por animar de manera vehemente a once tíos que le dan patadas a una pelota, es que no tiene ni remedio ni salvación posibles.

Lo hice por Cataluña, se justifica el interfecto. Suele pasar así: los peores monstruos y trogloditas sanguinarios invocan entidades abstractas, metafísicas, que si la patria, que si la religión, para adecentar socialmente sus crímenes. A veces les habla una vocecita interior y lo mismo empalan con un paraguas el caniche de la abuelita del 5º 3ª, que se llevan por delante una docena de personas de un bombazo, o secuestran a doscientas niñas para esclavizarlas sexualmente, como ese zote de Abubakar Shekau, el líder de Boko Haram. Pues Ventura, a otra escala, y en otras latitudes, está hecho de la misma o parecida pasta que ese cafre. A uno su Alá le pone madera, al otro su ensoñada Cataluña, excluyente, paletoide y liberticida. El patán de Ventura tiene más peligro con una navaja en la mano que un mono con una Gillettte.

jueves, 1 de mayo de 2014

Caram y Forcades ex aeqvo (por igual) versus sor Cristina Scoccia



Los patanes forman legión y por eso en este capítulo, pues se nos acumula el trabajo, los reunimos en una pareja de muchos quilates: sor Lucía Caram y la monja Forcades, dos ilustres y mediáticas patanas, ahí es nada, casadas con Dios. Ambas obedecen al perfil de la monja alférez, Catalina de Erauso, aunque en su caso mejor que Catalina, habría que decir Catalana en ese sentido metonímico y abusivo, la parte por el todo, promovido por el régimen nativo donde catalán/a es sinónimo de nacionalista. Catalina de Erauso, donostiarra de cuna, evangelizó a los indígenas americanos dándoles para el pelo a espadazo limpio. Los araucanos se las tuvieron tiesas con esa monja de armas tomar. Con parecido ardor guerrero, sor Lucía Caram hace el camino inverso y devuelve la visita. Desembarca en Cataluña procedente de Argentina, se establece en Manresa y su misión apostólica consiste en evangelizar para la causa de la redención nacional a los catalanes pecadores, desafectos a los desvaríos separatistas de Artur Mas y sus secuaces. 

Caram, que maneja el micrófono con más soltura que el rosario, es amiga de Helena Rakosnik, la primera dama, y dice en una entrevista que confía plenamente en su marido, el de Helena, y que pondría la mano en el fuego por él, recuperando la figura medieval de la ordalía divina. Sor Lucía tienen una mano ignífuga, caram-ba, pues no se quema nunca. A ella, que fustiga a diario a la gran banca, a los políticos corruptos, la evasión de divisas del papuchi de Mas a Liechstenstein le suena a treta diabólica maquinada por el maligno desde esa razón social del infierno que es la corte y villa de  Madrid.

Sor Lucía es la Sister Act dinámica de nuestra dupla monjil. Más adusta y contenida, con arreglo al carácter aborigen, es la benedictina Forcades que se proclama bolivariana, enemiga acérrima de las empresas farmacéuticas (ella cura los catarros con rezos y devociones), de las campañas de vacunación, como los talibanes, y del mismo modo que aboga por el derecho a decidir, hace suyo el lema coreado por las abortistas: nosotras parimos, nosotras decidimos. De sor Lucía y el sexo nada sabemos, afortunadamente. No queda muy claro cómo se las apañan para conjugan la supuesta universalidad de la religión católica con su cerril defensa del ultranacionalismo trabucaire, salvo que sueñen ambas, en una suerte de éxtasis piadoso, con erigir una iglesia localista como la anglicana, desgajada de la obediencia a Roma. Una iglesia urbi, pero sin orbe

Caram y Forcades, ex aeqvo, son, no cabe duda, dos mujeres con toca al mismo tiempo que dos monjas tocadas, pero no por la mano de la divina providencia. Si éstas son sus mujeres, más le valdría a Dios buscarse abogado celestial e iniciar los trámites de un divorcio exprés. Ya vamos entendiendo por qué en Cataluña la asistencia a misa de la feligresía ha caído en barrena en los últimos años.

Recomendamos a ambas que se miren el video de la versión italiana de La Voz y se deleiten con las actuaciones de sor Cristina Scoccia, que a sus 25 añitos difunde sensaciones positivas para mayor gloria del Altísimo y nos regala una interpretación sensacional de la canción de Cindy Lauper titulada Girls just wanna have fun… a ver si se les pega algo de esa monjita graciosa y dejan de darnos la brasa con su doctrina de baratillo, enconada y sectaria que lleva al odio y al enfrentamiento entre las personas.