domingo, 13 de julio de 2014

Personaje patán Raül Romeva: europatán



Este comentario, dedicado a Raül Romeva, con diéresis en la “u”, es un homenaje a su brillante trayectoria. El eurodiputado saliente de ICV ha protagonizado melonadas soberbias, pero lo mejor que se puede decir de él es que su desempeño en la eurocámara ha mantenido una línea constante, sostenida, lo que denota esfuerzo y tenacidad. Romeva no es el patán estridente al uso. Nada que ver con alguno de los zafios especímenes que han figurado en esta galería. En sus modales contenidos, en su melifluo y empalagoso tono de voz, en sus llamamientos constantes a la paz y concordia universales, o en sus lentes de diseño de progre de manual, que compran todos los dirigentes de ICV en la misma óptica, se aprecia un estilo aseado que puede distraer al observador, si no anda avisado, de la atorrante bobería que esconde el personaje.

Ante Raül Romeva, nos quitamos el sombrero. Nacido en Madrid, pues los patanes, como los bilbaínos, nacen donde quieren, no ha tenido suficiente con cultivar su patanismo en clave doméstica y por esa razón marchó allende nuestras fronteras para exponer sus gazmoñerías a escala continental. Romeva ha trascendido los encorsetados márgenes de la patanería aborigen para ingresar en la casta selecta del eurobotarate, reservada a muy pocos. Recordaremos siempre, con nostalgia, el episodio sublime de su airada protesta por el sobrevuelo de la comarca del Ripollés de un par de caza-bombarderos del arma de Aviación. El interfecto puso el grito en el cielo. Aquello fue, bramó Romeva, un acto de guerra que daba pie a la enésima invasión española, esta vez celeste, del solar patrio. Tamaña provocación debía ser condenada sin ambages por la UE, y el agresor, España, expulsado sin miramientos de los foros internacionales.

Romeva responde al prototipo de tonto útil del nacionalismo. Fiel a las consignas de su partido, aplaude la quermés separatista promovida por CiU desde el poder regional. Antaño eran los comunistas quienes reclutaban para su causa, con dolo, mentirijillas y la excusa del pacifismo en la Europa de entreguerras, a intelectuales y artistas célebres, a quienes Múnzenberg (*), el principal agitador al servicio de Stalin, llamaba tontos útiles. Pero las cosas han cambiado, y aquí y ahora son la gente de izquierdas los tontos útiles del nacionalismo discriminador, y su coartada perfecta para publicitar la bondad y transversalidad social de sus maniobras y proyectos excluyentes.

Raül Romeva no repite eurolegislatura. Abandona su acta de eurobotarate. Es la hora del adiós y su marcha nos llena de consternación. Vendrán otros, es cosa segura, que nos darán días de gloria. Pero… ¿Llenarán el hueco que el europatán-Romeva deja en nuestros atribulados corazones?

(*) Ver El fin de la inocencia, de Stephen Koch. Tusquets Editores.

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